miércoles, 11 de noviembre de 2009

Microrrelato


Eran las seis de la tarde cuando sonó el móvil, miró la pantalla y ahí estaba su nombre ¡era él! Tras una larga espera esa llamada podía significar dos cosas: o algo muy malo, o algo muy bueno.

- ¿Si?
- Uhmm, hola ¿estás en casa? (ese uhmm no me daba buena espina...)
- Sí, estoy en casa, ¿necesitas algo?
- ¿Puedes bajar un momento? tenemos que hablar. (Puff, tenemos que hablar, ¡el temido tenemos que hablar!).
- Sí, ahora bajo, cinco minutos.

Ahí estaba él, con la cabeza agachada y las manos en los bolsillos. Cuando alzó la cabeza para ver que ella había llegado, su mirada lo decía todo.

- Raquel, tenemos que hablar. Estoy confundido, necesito más tiempo para pensar, no quiero hacerte daño, pero tampoco quiero alejarme de ti.
- Pero Carlos, no podemos seguir así, yo necesito seguir con mi vida, no puedo estar esperando eternamente a que te decidas.
- Lo sé y por eso quiero que pienses en ti y te alejes de mí aunque me duela.
- ¿Aunque te duela? No me engañes, desde hace varias semanas estás perfectamente y estás rehaciendo tu vida, no me vengas ahora con esas. Sí, lo mejor será que me aleje de ti por mi bien. Adiós Carlos.

Raquel dio media vuelta, subió a casa y se encerró en su habitación. Se aferró a la almohada y comenzó a llorar, no se lo podía creer ¡no volvería a saber nada de Carlos!, el mundo se le venía encima, ¿cómo iba a pasar de hablar con él a diario a cortar los lazos completamente?

- No voy a ser capaz, aunque me haya hecho daño aún lo quiero, no voy a ser capaz, no puedo. Tendré que ser fuerte y apoyarme en mis amigos para salir de este agujero en el que me siento enterrada. Tras siete años se acababa, definitivamente terminaban.




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