miércoles, 30 de diciembre de 2009

Primera frase de algunos libros


Me quiero morir. Eso es lo que pensé cuando me marché. Cuando cogí el avión, hace apenas dos años. Quería acabar con todo. Sí, un simple accidente era lo mejor.



Holly hundió la nariz en el suéter azul de algodón y un olor familiar la golpeó de inmediato: un abrumador desconsuelo le cerró el estómago y le partió el corazón. Le subió un hormigueo por el cogote y un nudo en la garganta amenazó con asfixiarla.



Una tarde, Bruno llegó de la escuela y se llevó una sorpresa al ver que María, la criada de la familia -que siempre andaba cabizbaja y no solía levantar la vista de la alfombra-, estaba en su dormitorio sacando todas sus cosas del armario y metiéndolas en cuatro grandes cajas de madera; incluso las pertenencias que él había escondido en el fondo del mueble, que eran suyas y de nadie más.


Poco antes de la una y media de la madrugada, la enfermera Hanna Nicander despertó al doctor Anders Jonasson.
- ¿Qué pasa?- preguntó éste, confuso.
- Está entrando un helicóptero. Dos pacientes. Un hombre mayor y una mujer joven. Ella tiene heridas de bala.
- Vale- dijo Anders Jonasson, cansado.



Un día estaba en la cola del cine esperando para entrar a ver El Zorro, que la ponían en un cine de Carabanchel Bajo, se me acercó un chaval y me preguntó por todo el morro:
- Oyes, niño, ¿tú no serás Manolito Gafotas?
Y yo le dije a ese niño que sí que lo era y que por qué lo había sabido.

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